CRÓNICA DE UN CUMPLEAÑOS NO ESPERADO

Lo miré a los ojos, casi suplicando, no le importaron mis plegarias y me devoró de un bocado...

 

Desperté agitado y con la garganta seca. Recorrí con la mirada mi habitación, desorientado y vacilante, pensando aún en la posibilidad de encontrarme cara a cara con el monstruo que, desde hace ya varias semanas, le había agarrado el gusto a mi sabor en cada sueño o más bien “pesadilla recurrente" en la que siempre (el muy maldito) termina por tragarme, sin darme oportunidad de presentarme y preguntarle la justificación de su despiadado acto…

 

Salté de la cama y opté por tenderla primero, reconocí el piso  frío y tomé un respiro, seguido de esto (y pa’ que mentir, con algo de pereza) me dirigí a la ducha esperando que el agua caliente despejara mi mente.

 

Nunca me ha motivado cumplir años, siempre me ha parecido un día como cualquier otro, una excusa para recordarnos nuestra mortandad y un pretexto de los meseros de cualquier restaurante para gritarte al oído al cantarte las mañanitas… pero, en fin, ya estaba despierto, la fecha estaba marcada y ya había planes en la agenda, no podía echarme para atrás. La mañana transcurrió de manera simple y ordinaria, mi madre entró a la habitación para felicitarme y me dio el abrazo protocolario de cada cumpleaños, después, bajé a la cocina y me encontré con la única cosa que de manera perpetua alegra mis mañanas cumpleañeras; un flan preparado por mi abuela (toda una leyenda en la familia)

 

Jamás he sabido cómo ni a qué hora prepara el dichoso postre, pero su sabor es tan peculiar que podría curar melancolías contenidas al probar tan solo un bocado. A las nueve en punto rechinó el timbre, era Abraham, uno de mis alumnos a quien doy clase los sábados, al abrir la puerta, se me quedó mirando, como si quisiera desearme feliz cumpleaños, pero no supiera si darme un abrazo o simplemente soltar las palabras, al final optó por lo segundo y decidí compartir un pedazo de flan. La clase transcurrió adecuadamente y sin ningún contratiempo y al terminar de despedir a mi alumno regresé a mi habitación para terminar de alistarme y salir.

 

Hasta aquí todo normal, como bien mencioné; una mañana de sábado bastante ordinaria, nada del otro mundo. Lo interesante comenzó a suceder en mi camino a encontrarme con Haazel (sé que su nombre no se escribe así, y en caso de que él lea mi crónica, podría apostar que está esbozando una ligera sonrisa. Lo siento, pero siempre me ha gustado que lleve las dos “a”)

 

El sol era distinto, no hacía un calor sofocante pero tampoco me calentaba lo suficiente. Las calles se encontraban llenas, pero a la vez en silencio y yo tenía esa extraña sensación de que el universo por fin había acomodado las cosas en su sitio, no entendía como, pero al día siguiente lo haría.

 

El plan se había trazado con antelación, Haazel deseaba pasar el día conmigo y entonces sugerí ir a “Salem” una cafetería en la colonia Narvarte que me pareció curiosa al escucharla en una conversación ajena. El trayecto de mi casa hacia el punto de reunión era sencillo, debía tomar un camión rumbo a Taxqueña para posteriormente abordar el metro y desplazarme hacia el metrobus más cercano. Logré lo primero sin ninguna contrariedad y una vez en el metro, volvió a mí la curiosa sensación de que el universo tenía algo bueno preparado para mí. No me emocioné del todo, al fin y al cabo, solo era mi cumpleaños…

 

Ya en Taxqueña, me encontré con un mar de gente, personas que esperaban ansiosas que el metro arrancara. El monstruo anaranjado llevaba ahí, más de 10 minutos (según los comentarios de una señora gorda que no dejaba de quejarse) como pude, me subí a uno de los vagones (arrepintiéndome por haber salido de casa) y esperé a que la limusina capitalina avanzara. El trayecto fue lento y pesado, pero me divertí al ver las reacciones de la gente a mi alrededor cada que se escuchaba la ya conocida frase “por problemas en la circulación, la marcha será lenta”

 

Después de una hora de retraso, llegué al punto de reunión. Me encontré con Haazel y dimos el primer paso a la cafetería. El aire era otra vez distinto, el sol cambio de nuevo, el camino fue ligero y unas cuadras adelante vislumbramos el lugar cuyo logo de bruja nos hacía un extraño guiño.

 

Salem, es un lugar cuyo concepto es la magia y enaltece a las brujas, no a las típicas con una verruga, sino a las mujeres sabias. El lugar atrapó mis sentidos y después de escoger nuestra mesa, optamos por ordenar. La comida me encantó, las bebidas también y la charla fue amena y divertida. Las horas del día pasaban de una manera lenta y gratificante y justo al dar el último sorbo a mi bebida, comencé a pensar en que tal vez, este cumpleaños era diferente. El resto del día pasó a confirmarlo debido a que me dejé envolver por una paz casi espiritual, me sentía tranquilo y en verdad disfrutaba del momento, no sabía si el hecho de asistir a ese lugar me había proporcionado una especie de aura mística, pero después rectifiqué que fue la compañía.

 

Al terminar el día y ya de regreso a casa, noté como todo el caos de la mañana se disipaba, la parsimonia de la ciudad me parecía equilibrada y el frío no me congeló, sino que me abrigo. Al llegar a casa y ya en cama, una sonrisa escapó de mis labios, después dormí lentamente y sin monstruos que quisieran comerme.

 

Mi cumpleaños logró extenderse un día más y es que, al no haber visto las felicitaciones en mi Facebook el día anterior, decidí revisarlas en la mañana. Me sorprendió la cantidad de personas que tomaron parte de su tiempo para escribirme un mensaje, algunos llegaron desde el sábado, pero otros nuevos, continuaban arribando, generalmente no recibo tantos, pero este año fue diferente.

 

Los domingos ocupo el día en dar clase, mi cabeza no estaba pensando ya en “la fecha especial” pues ya había pasado, sin embargo, gracias a los escritos y a mis alumnos mi cumpleaños tuvo un día más de vida. En clase los noté más emocionados que yo, tenían esa emoción extraña en la mirada, la cual (en secreto y para mis adentros) me pareció tierna. Cada uno me sorprendió a su manera, con sus buenos deseos, presentes y sonrisas, llegó de nuevo esa sensación extraña que había experimentado el día anterior, y entonces, el universo conspiró para que otra sonrisa apareciera.

 

Si usted, querido lector ha llegado hasta este párrafo, quisiera darle las gracias. Este año sucedió algo insólito, se originó dentro de mí una paz y un respiro grande, causado por seres extraordinarios, algunos lejanos, cuyo mensaje llego a mis manos un día después y otros más cercanos cuya energía se propago para hacerme olvidar que mi día era uno más. Dejé de pensar en la mortandad y comencé a pensar en la eternidad, después de todo, siempre he dicho que me gusta ser parte de la vida de otras personas, me gusta vivir en sus experiencias y en sus miradas, en sus pasos y en sus historias, me gusta formar parte de ellas. Usted mismo al leer estas líneas, puede comprobarlo, ya que de alguna extraña forma, soy parte de usted, por el simple hecho de compartirle mis letras.

 

Lo extraordinario es, que yo no me había percatado que usted, por el simple hecho de estar también es parte de mí, de mi historia. GRACIAS POR SER, GRACIAS POR ESTAR.  

 

 

 

 

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Comentarios: 1
  • #1

    Bernabe montes cedillo (martes, 29 enero 2019 00:13)

    Felicidades lo especial de este dia lo logro usted jovencito y que emotivo relato. Lo que haces por los demas es una experiencia en tu vida que esta felicidad de darte en cada clase, en cada obra y en cada momento de tu vida familiar y laboral te den la felicidad eterna que tanto te mereces .